El hombre del que todos tienen algo que decir Por: Valentina Martínez Perilla He Ram El sol se empezaba a esconder, la tarde estaba más fresca de lo normal, pero era imposible no sentir calor entre una multitud como aquella. Era 30 de enero de 1948, el...
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El hombre del que todos tienen algo que decir Por: Valentina Martínez Perilla He Ram El sol se empezaba a esconder, la tarde estaba más fresca de lo normal, pero era imposible no sentir calor entre una multitud como aquella. Era 30 de enero de 1948, el anciano se dirigía a una plegaria comunitaria y caminaba lentamente por uno de los jardines de la casa Birla, una villa cuya fachada estaba bien mantenida y en la cual el anciano había vivido los últimos 144 días. El hombre vestía únicamente con un trapo blanco, sus pies estaban desnudos al igual que sus raquíticas y débiles piernas. Caminaba con enorme esfuerzo apoyado en dos mujeres quienes supongo debían ser parientes cercanas porque lo miraban con gran cariño. Estoy seguro de que no fui el único de los presentes que tuvo la impresión de que en cualquier momento aquel hombre se desplomaría, pero tal vez nadie más compartía el deseo de que eso sucediera. Era probablemente la última vez que vería a ese hombre y me quedé unos minutos det
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