1786 Los indianos Manuel corrió descalzo hasta alcanzar el patio de los estudiantes. Se paró para tomar aliento y ver si todavía lo seguían. No distinguía gran cosa en la oscuridad. – ¡Indiano!1–le gritaron–. ¡Te raparemos sin hacer espuma! Manuel se...
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1786 Los indianos Manuel corrió descalzo hasta alcanzar el patio de los estudiantes. Se paró para tomar aliento y ver si todavía lo seguían. No distinguía gran cosa en la oscuridad. – ¡Indiano!1–le gritaron–. ¡Te raparemos sin hacer espuma! Manuel se refugió tras la estatua de Fray Luis de León que había en un ángulo poco iluminado. En el patio aparecieron tres de los estudiantes mayores. Venían en su búsqueda para bautizarlo, ahora que había entrado en la universidad de Salamanca, en pleno corazón de España. Pero Manuel no quería ningún bautismo, y menos de esos tres que ahora estaban jugando con una navaja. – ¿Cómo quieres que te recortemos las patillas? Las risas duras de los estudiantes sonaron en la noche. En ese momento salió la luna y la sombra delgada de Manuel se proyectó en las baldosas. – ¡Ahí está! Los tres mayores no le dieron tiempo a huir: lo derribaron de una zancadilla y lo agarraron del pelo. Manuel trató de zafarse tirando patadas. En el fondo, casi contra la muralla
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