Los inmigrantes vivían en conventillos, construcciones de madera y zinc, con habitaciones que daban a patio central, o al pasillo si estaban en el primer piso. Las condiciones de vida en los conventillos no eran las mejores, en cada habitación vivían entre...
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Los inmigrantes vivían en conventillos, construcciones de madera y zinc, con habitaciones que daban a patio central, o al pasillo si estaban en el primer piso. Las condiciones de vida en los conventillos no eran las mejores, en cada habitación vivían entre 4 y 11 personas, sin aire y luz, ya que no tenían ventanas. Muchos de esos edificios con capacidad para 50 personas alojaban a más de 200. En esas habitaciones los habitantes vivían, comían, dormían amontonados y las utilizaban como talleres donde costureras, planchadoras, armadoras y sastres se dedicaban al sistema de “trabajo a domicilio”. También, cuando los ocupantes de una pieza eran verduleros o vendedores de pescado la mercadería la usaban de depóstito, ya que la mercadería que no lograban vender la guardaban habitación, cuya atmósfera se saturaba con las emanaciones de pescado, frutas y verduras pasadas. El hacinamiento estaba agravado por el precario o inexistente servicio sanitario, que dio origen a verdaderos focos de enfe
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