Madre América
Señoras y señores:
Apenas acierta el pensamiento, a la vez trémulo y desbordado, a poner, en la brevedad que le
manda la discreción el júbilo que nos rebosa de las almas en ésta noche memorable.
¿Qué puede
decir el hijo preso, que vuelve...
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Madre América
Señoras y señores:
Apenas acierta el pensamiento, a la vez trémulo y desbordado, a poner, en la brevedad que le
manda la discreción el júbilo que nos rebosa de las almas en ésta noche memorable.
¿Qué puede
decir el hijo preso, que vuelve a ver a su madre por entre las rejas de su prisión? Hablar es poco, y
es casi imposible, más por el íntimo y desordenado contento, por la muchedumbre de recuerdos, de
esperanzas y de temores, que por la corteza de no poder darles expresión digna.
Indócil y mal
enfrenada ha de brotar la palabra de quien, al ver en torno suyo, en la persona de sus delegados
ilustres, los pueblos que amamos con pasión religiosa; al ver cómo, por mandato de secreta voz,
puesto como más altos para recibirlos, y las mujeres como más bellas; al ver el aire tétrico y plomizo
animado como de sombras, sombras de águilas que echan a volar, de cabezas que pasan moviendo
el penacho consejero, de tierras que imploran, pálidas y acuchilladas, sin fuerzas
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