Miguel González Latorre
CAPÍTULO I
Aunque todavía no era verano, todos los días, y
siempre a la misma hora, un niño solía bajar a la
playa.
Se le veía un tanto enclenque y paliducho,
con un color de piel amarillento.
Nada sano.
Caminaba con...
More
Miguel González Latorre
CAPÍTULO I
Aunque todavía no era verano, todos los días, y
siempre a la misma hora, un niño solía bajar a la
playa.
Se le veía un tanto enclenque y paliducho,
con un color de piel amarillento.
Nada sano.
Caminaba con inseguridad, dando traspiés y
sintiéndose cansado, con cuatro pasos que diera.
Le costaba un gran esfuerzo caminar, pero aún así
lo hacía, pues amaba el mar.
El mar, según decía, era su pasión.
De mayor
quería ser navegante.
Soñaba con emular a los grandes descubridores, y
mientras no llegara ese feliz día, disfrutaba de
pasear con su perro, Morito, por la playa, con los
pies descalzos, notando el cosquilleo que le
producía el roce de la arena, cuando ésta se
introducía entre sus dedos, y contemplando a los
pescadores, que maldecían cada vez que un pez se
les escapaba, con palabras soeces.
-Qué aburrido es -decía para sí el niño- ser
pescador.
Como a todo niño, la fantasía, fruto de su
imaginación, le hacía v
Less