Amenazaba tormenta
Una hora de mas o de menos no tiene importancia, salvo que estés
muriéndote o naciendo.
Muriéndome, es decir, morirse uno
asimismo, no a otro; por lo tanto, no es igual un minuto antes que
después.
Pero esta reflexión no la hice cuando...
More
Amenazaba tormenta
Una hora de mas o de menos no tiene importancia, salvo que estés
muriéndote o naciendo.
Muriéndome, es decir, morirse uno
asimismo, no a otro; por lo tanto, no es igual un minuto antes que
después.
Pero esta reflexión no la hice cuando se interpuso por
primera vez en mi vida una nube entre las tres y las cuatro de la
tarde, impidiéndome ver a mi alrededor durante esa hora.
Tampoco
me di cuenta de que solo me cabria a mí, como una venda sobre mis
parpados.
Por lo demás, no estaba mal, aparecía justo a la hora de la
siesta, protegiéndome con su sombra de algún rayo de sol
inoportuno.
Era grato despertar en medio de una luz amortiguada,
sin los deslumbramientos tan comunes del mes de abril.
Porque era
abril y aun no llegaban las lluvias, así que la nube era más bien
blanca.
La única en pretextar fue mi esposa, quien no dejo de creer
que era cosa mía para fastidiarla.
Le parecí de lo mas extravagante
traer una nube en los ojos, en lugar de unos lentes oscuros.
T
Less