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PODEMOS RECORDARLO TODO POR USTED
Philip K.
Dick
* * *
Despertó.
.
.
y deseó estar en Marte.
Pensó en los valles.
¿Qué se sentiría al caminar por ellos? Creciendo
incesantemente, el sueño fue en aumento a medida que recuperaba sus sentidos: el
sueño y...
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PODEMOS RECORDARLO TODO POR USTED
Philip K.
Dick
* * *
Despertó.
.
.
y deseó estar en Marte.
Pensó en los valles.
¿Qué se sentiría al caminar por ellos? Creciendo
incesantemente, el sueño fue en aumento a medida que recuperaba sus sentidos: el
sueño y el ansia.
Casi llegaba a sentir la abrumadora presencia del otro mundo, que
solamente habían visto los agentes del Gobierno y los altos funcionarios.
¿Y un
empleado como él? No, no era probable.
- ¿Te levantas o no? - preguntó su esposa Kirsten, con tono soñoliento y con su
nota habitual de malhumor -.
Si estás ya levantado, oprime el botón del café caliente en
el maldito horno.
- Está bien - respondió Douglas Quail.
Descalzo, se dirigió desde el dormitorio a la cocina.
Allí, tras haber hecho presión,
obedientemente, sobre el botón del café caliente, tomó asiento ante la mesa, extrajo un
bote pequeño, de color amarillo, de buen Dean Swift.
Inhaló profundamente y la mezcla
Beau Nash le produjo picor en la nariz y al mismo tie
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