“…Para derrotar la indiferencia que nos aleja del prójimo, y de nosotros mismos…” G reen no era una persona digna de admirar. No era nadie. Había conseguido el puesto de director de la escuela solo por la fama de su padre, el doctor Rupert Green, un famoso...
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“…Para derrotar la indiferencia que nos aleja del prójimo, y de nosotros mismos…” G reen no era una persona digna de admirar. No era nadie. Había conseguido el puesto de director de la escuela solo por la fama de su padre, el doctor Rupert Green, un famoso diseñador que había triunfado gracias a su creación, el robot con más funciones de Europa. Green era un mediocre, siempre hablaba de cosas que a ninguno de nosotros nos interesaban, pero había que escucharlo, claro, porque si no le prestabas atención, y te veía papando moscas, ibas directo al frente a explicar todo lo que había estado diciendo. Unas cuantas veces, me pescó jugando con mi reloj y me hizo pasar. Siempre me llamaba con un apodo; para él yo era “Acné”. Es cierto que yo tenía varios granos por toda la cara, ya mis compañeros me cargaban mucho con ese tema, pero no creía necesario que me lo recordara todo el tiempo. Green nos reunió a todos en la Sala de Juntas del cuarto piso. Comenzó a hablar sobre una visita que la escu
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