Había una vez un niño que tenía un estupendo ordenador. Pasaba varias horas al día consultando, estudiando y hablando con su ordenador. El ordenador tenía sensores que detectaban los ojos del niño y si veían que estaban más húmedos de lo normal por algún...
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Había una vez un niño que tenía un estupendo ordenador. Pasaba varias horas al día consultando, estudiando y hablando con su ordenador. El ordenador tenía sensores que detectaban los ojos del niño y si veían que estaban más húmedos de lo normal por algún estado emocional de tristeza o melancolía, el ordenador le decía: vamos sigue adelante. El ordenador era capaz de adivinar su estado de ánimo a través del timbre y ritmo de su voz. Cuando el ordenador detectaba que él estaba contento, aparecía en la pantalla una pequeña orquesta y uno de los músicos invitaba, con un micrófono virtual, que cantara. Cuando el niño se sentía un tanto melancólico recordando algunos lugares que había visitado en sus viajes que eran argentina y Asia, o bien quería contemplar lugares nuevos de todo el mundo, sólo tenía que decirle a su ordenador: “Viajar quiero”. En seguida aparecía en la pantalla las diversas opciones: lugares románticos… Otro día el niño le dijo a su ordenador: “una amiga quiero”. En seguid
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