Angie: Rolling Stones
Perfectamente descansados, despertaron con el ronco bocinazo de la
sirena del barco que anunciaba su entrada a un puerto, Portsmouth, invadido
por gaviotas y buques de guerra.
Atracaron y salieron rápida y
discretamente.
En el...
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Angie: Rolling Stones
Perfectamente descansados, despertaron con el ronco bocinazo de la
sirena del barco que anunciaba su entrada a un puerto, Portsmouth, invadido
por gaviotas y buques de guerra.
Atracaron y salieron rápida y
discretamente.
En el mismo muelle tomaron un autobús rojo de dos pisos
que, rasgando la pálida niebla, les condujo a Londres, London le dicen los
ingleses.
Antes de llegar se cruzaron con un convoy de la policía en sentido
contrario.
Ricamente sentados, imaginaron cómo entre brumas y a golpe de
sirena acordonarían el ferrys en el que descubrirían la furgoneta que ellos
ya no necesitaban, pues contaban con el metro, cuyo funcionamiento Leire y
Dámaris controlaban perfectamente.
Se encaminaron al Museo de Historia Natural para asegurarse del
lugar de origen del árbol que aparecía en el plano del tesoro.
Casi no lo
consiguen, pues no había forma de apartar a Carlos del formidable esqueleto
de dinosaurio que ocupaba la sala de entrada y de
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