Yo lo maté!
Este señor cura es el hombre a quien le pasan casos y cosas.
En 58 años de brega ha visto tal cantidad de paradojas y de
“imbroglii” que ya por nada en este mundo se inmuta y nada
le hacer perder la perpetua y fina sonrisa.
Sin embargo ayer...
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Yo lo maté!
Este señor cura es el hombre a quien le pasan casos y cosas.
En 58 años de brega ha visto tal cantidad de paradojas y de
“imbroglii” que ya por nada en este mundo se inmuta y nada
le hacer perder la perpetua y fina sonrisa.
Sin embargo ayer oyó una palabra tal, que le dejo un rato
triste y desapacible.
Estaba el señor cura en su rectoral
haciendo no se que de cuentas de gastos en cemento y
obreros para la iglesia en construcción, cuando irrumpe con
paso precipitado y con ojos extraviados una señora llorando.
-¡Padre! Óigame el crimen horrendo que le voy a contar: ¡he matado a mi hijo! A mi hijo Carlos.
¿No
lo conoció? ¡Pues yo lo mate! Anoche me lo trajeron bañado en sangre, pero yo fui quien lo mato.
¡Yo, padre, que era su madre!
El señor cura, acostumbrado a toda clase de situaciones, interrumpió lentamente en su trabajo, y
con total señorío de sus nervios aparto con sus manos muy blancas los anteojos y calvo su mirada
inteligente en la señora para persuadirse si es
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