Apesadumbrado, la mente ruborizada por las palabras zafias y vacuas, observo
y oigo las nimiedades irreflexivas, que afloran de bocas incitadas por cerebros
atrofiados, aletargados dentro de cuerpos modelados en horas de gimnasio, y
que a simple vista...
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Apesadumbrado, la mente ruborizada por las palabras zafias y vacuas, observo
y oigo las nimiedades irreflexivas, que afloran de bocas incitadas por cerebros
atrofiados, aletargados dentro de cuerpos modelados en horas de gimnasio, y
que a simple vista parecen horas inútiles, desechadas y desperdiciadas, donde
ejercitan pectorales, biceps y triceps, quemando calorías que arrastran a su vez
las escasas neuronas que deben albergar cerebros exiguos por inoperantes e
inactivos, desacostumbrados a ejercicios de meditación, incapaces de poder
valorar las palabras de otros sin asimilarlas de manera flemática y repetirlas tan
vacías de entendimientos como inapropiadas a los momentos y circunstancias
en las que son pronunciadas.
¿Para qué molestarse en comprobar veracidades y
sustentaciones empíricas?
Las defienden con el ahínco de quienes se creen poseedores únicos de
verdades irrefutables, simplemente porque las han oídos de voces
malintencionadas y tergiversadoras, cargadas de insana envidia
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