Bien se puede decir que hay temas recurrentes en el feminismo.
Aparecen y reaparecen y da la impresión de que nunca les hacemos frente de forma definitiva,
pues siempre vuelven.
Pero no es eso.
Cambian las circunstancias y los condicionantes, cambia el...
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Bien se puede decir que hay temas recurrentes en el feminismo.
Aparecen y reaparecen y da la impresión de que nunca les hacemos frente de forma definitiva,
pues siempre vuelven.
Pero no es eso.
Cambian las circunstancias y los condicionantes, cambia el movimiento feminista y temas que pensábamos resueltos y zanjados vuelven a la palestra.
También hemos tenido bastantes experiencias y sobre
ellas volvemos a reformular nuevos planteamientos.
Por suerte, hay nuevas participantes en el movimiento que no han participado en estos viejos debates y con
nuevos aires plantean lo que pensamos que son las mismas cosas, pero de forma
diferente.
Para las que llevamos mucho tiempo en esto de la política y del feminismo, nos
resultan muy familiares las siguientes afirmaciones: las feministas no queremos
el poder, el poder es intrínsicamente malo; las mujeres hacemos política de forma
diferente, con otros valores; somos la mitad de la población, nos debemos la
mitad de la representación: ¡viva la
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