LOS ADORANTES Publicado en Lecciones de literatura. 1906 Siempre, desde que nací, he visto adosados a las jambas de la portada principal de la vieja iglesia a los dos adorantes: ella, la santa, envuelta en la plegadura rítmica de su falda de mujer rica: él,...
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LOS ADORANTES Publicado en Lecciones de literatura. 1906 Siempre, desde que nací, he visto adosados a las jambas de la portada principal de la vieja iglesia a los dos adorantes: ella, la santa, envuelta en la plegadura rítmica de su falda de mujer rica: él, el santo, sencillamente extendidas las manos largas y puras, que salen de las mangas de una túnica, bajo amplio manto. La sonrisa, misteriosamente expresiva, no se borra de sus labios de piedra; sus ojos sin pupila no pestañean ni experimentan necesidad de cerrarse para el reposo del sueño en transitoria ceguera, en muerte transitoria. Los adorantes viven sin interrupción su extraña vida: de día se recogen en majestuosa tranquilidad; de noche, cuando la oscuridad protege su idilio o la luna convierte el pórtico en labor de plata recién fundida, se activa el vivir irreal de las estatuas. A la primera, ligera, fluida caricia de la luna, los adorantes parece que continúan serenos, en contemplación; pero observadles bien: algo estremece
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