En su regazo virginal dichoso la Madre de Jesús al Niño tiene;
con abrazo amoroso, con mimos y caricias,
al infantillo trae hasta su seno, bebiendo con su aliento mil delicias.
Pero el tierno chiquito está llorando, y, aunque el divino néctar
le prodiga,...
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En su regazo virginal dichoso la Madre de Jesús al Niño tiene;
con abrazo amoroso, con mimos y caricias,
al infantillo trae hasta su seno, bebiendo con su aliento mil delicias.
Pero el tierno chiquito está llorando, y, aunque el divino néctar
le prodiga, sigue, si ya no llora, suspirando.
Le dio un beso en la boca la Virgen celestial,
y calló el Niño cuando los labios de su Madre toca;
y habló por vez primera: «Madre mía, cuando yo
me quejaba, de tus benditos labios
ambrosía era lo que mi pecho deseaba».
lustre de las estrellas
que tu mansión tapizan;
oye, Amor de mi alma
y móvil de mi vida,
que das frescor al aura,
calor al mediodía,
murmullo a los arroyos,
canto a las avecillas;
a los pensil es, flores,
y a las auroras, tintas;
oye a este pobrecillo
que hoy a tus pies suspira;
oye, sí, sus acentos;
óyeme, Madre mía;
que hablar contigo quiero
para menguar fatigas.
es lo que el pecho ansía, porque gime sin verte, muerto en la vida misma. No, Madre, no más tiempo las cadenas me opriman;
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