Amantes
El velo aterciopelado de la Venecia nocturna abrazaba a los amantes
junto al canal.
Gondoleros y turistas se perdían en el olvido de los sueños
rotos.
En esa escena solo había lugar para dos: él y ella.
Él se fundió en la mirada de ella y ella...
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Amantes
El velo aterciopelado de la Venecia nocturna abrazaba a los amantes
junto al canal.
Gondoleros y turistas se perdían en el olvido de los sueños
rotos.
En esa escena solo había lugar para dos: él y ella.
Él se fundió en la mirada de ella y ella solo pudo bajarla.
La electricidad
estática se convertía en chispas de excitación entre ambos amantes, deseados
y deseantes.
Con frenesí mal disimulado, el hombre la atrajo hacia sí y le cogió la cabeza
entre sus manos.
Escasos milímetros trataron de impedir lo inevitable y los
labios de los amantes se fundieron en un beso tórrido y sensual, un beso típico
de cualquier postal nocturna veneciana.
Los canales fueron testigos de uno, cien, mil besos y mil caricias
desenfrenadas.
Ella cerraba los ojos en cada beso, él no.
Dicen que, si cierras
los ojos al besar, significa que te entregas por completo al momento.
Sin
embargo, ningún espectador (con evidente alma de voyeur) podía dudar un
ápice de la pasión irrefrenable que agitaba a
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