Martes, 13 de febrero de 1861
Se ha cumplido, por fin, el vaticinio popular pues es
verdad que no hay desgracia que dure un siglo.
Sin
embargo los tres años y medio condenado a vivir
con mi familia, incompleta y amputada cruelmente
de uno de sus más...
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Martes, 13 de febrero de 1861
Se ha cumplido, por fin, el vaticinio popular pues es
verdad que no hay desgracia que dure un siglo.
Sin
embargo los tres años y medio condenado a vivir
con mi familia, incompleta y amputada cruelmente
de uno de sus más queridos miembros, en este
infierno africano me ha parecido una condena
eterna.
Por fin volvemos a casa pero en qué ruinoso
estado, no tanto por los niños que se adaptan a
todos los ambientes, sino por Anna y sobre todo por
mí.
Nunca le perdonaré a padre este exilio forzoso
aunque el muy artero quisiera vendérmelo con el
señuelo de la codiciada herencia: ¿acaso no pasará
todo el imperio empresarial a mis manos por
derecho de primogenitura? Tampoco me convenció
con la monserga de la dichosa experiencia y la
compensación del oneroso sueldo.
No tenía que venir
a África para entender y aprender a manejar todas
las perversiones de la economía industrial.
Desde
que padre me reclutó, sin la menor posibilidad de
protesta, como gestor de sus in
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